un día en el infierno

Esta mañana me he levantado con ganas de pegarme un tiro; sí, con ganas de acabar con todo de una puta vez.  La pena es que no tengo acceso a un arma, es una pena, antes tenía, pero ya no. Miro por la ventana de mi habitación y el murmullo de la gente caminando de un lado a otro, el ruido de coches, los niños gritando… Odio todo, quiero acabar conmigo. Todavía me acuerdo cuando yo era igual que ellos, siempre con prisa, llegando tarde a la comisaría día sí y día también. Hoy ha venido esa estúpida, qué estúpida que es. Se empeña en hacerlo todo, encima con esa cara de gilipollas y esa sonrisa y esa comprensión. Cómo la odio… Menos mal que sólo viene dos veces al día; encima no me ayuda, dice que es ilegal, será estúpida. Qué lentas pasan las horas aquí. Por la tarde ha venido a verme mi hijo y su novia, por Dios, deben ser subnormales los dos, qué me anime dicen, serán gilipollas. Mi hijo es tonto, seguro que ella le pone los cuernos; está muy buena… Joder, ni por esas se me levanta. Ahora sólo me queda dormir, ha pasado un día más y cada vez tengo más ganas de acabar con todo, yo solo no puedo, nadie me quiere ayudar, me toman a risa; lástima que sólo pueda mover la cabeza y ver pasar el tiempo desde esta puta cama de hospital.

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